domingo, 4 de marzo de 2018

EL INFAME 8 DE MARZO Y SU GROTESCA HUELGA FEMINISTA





¿Por qué es infame el 8 de marzo? ¿Tiene algo de malo un día dedicado a la mujer?

De ninguna manera, y no tendría nada de malo si fuera sólo esto. Pero es que el 8 de marzo no es simplemente un día de la mujer, sino un día para exigir privilegios para la mujer en contra el hombre; es un día a favor de la injusticia que supone la igualdad a la fuerza, naturalmente sólo cuando la igualdad a la fuerza las favorece a ellas. Es el día de la exigencia arrogante de ventajas y tratamiento de favor para las mujeres; el día del lamento y la queja por vicio y las cifras manipuladas; el día de la indignación por injusticias estadísticas que sólo existen en la propaganda feminista. Es, en fin, el día de las rabietas por presunta discriminación contra la mujer, cuando la verdadera discriminación es la que hoy en día existe contra el varón.

Basta salir a la calle para verlo, basta abrir los ojos para ser agredido por la avalancha de propaganda orwelliana que llama a la grotesca huelga feminista por todas partes: por las calles, en las escuelas, en las empresas, en los edificios públicos. Una vez más, cada vez con mayor insistencia, se nos machaca el cerebro con la patraña de la brecha salarial, con la patraña de que las mujeres son menos pagadas por hacer el mismo trabajo.

Tanto para empezar las cifras de la brecha salarial nunca son las mismas, ya sólo esto nos da una medida de hasta qué punto están cocinadas y manipuladas. Pero aunque exista esta diferencia media de salarios, allá donde efectivamente exista y sea cual fuere en realidad, no tiene porqué indicar necesariamente una discriminación contra la mujer por el mero hecho de serlo.

Esta diferencia no existe ni puede existir en el sector público con sus escalas de salario rigurosamente paritarias e iguales para todos, trabajen bien o mal o nada en absoluto. Esto, como es evidente, es ya una expresión de injusticia igualitaria.

En el sector privado estas diferencias en cambio existen, pero es igualmente falsa la demagogia feminista, porque existe un mercado y se le paga a la gente según su rendimiento, según el valor de su trabajo y según criterios de utilidad económica. Naturalmente esto no es siempre así y hay excepciones; pues siempre hay gente que tiene puestos que no se merece como es el caso de recomendados, gente apadrinada, mujeres o minorías favorecidas por los repugnantes sistemas de cuotas y la infame discriminación positiva. Pero en la generalidad de los casos y en media el valor del trabajo de una persona, en una empresa privada que debe tener en cuenta las realidades económicas, está en proporción con lo que se le paga.

Existen muchas razones para la brecha salarial y la mayor parte de ellas no implica ninguna injusticia sino todo lo contrario, pues expresan diferencias naturales, entre hombres y mujeres en general y también en el trabajo realizado. Como es totalmente evidente, si las mujeres fuesen pagadas sistemáticamente menos por realizar el mismo trabajo, con la misma calidad y con el mismo rendimiento económico, las empresas contratarían sólo mujeres; este es un razonamiento al alcance de cualquiera y muy básico, pero correcto, y revela la gigantesca impostura feminista de la brecha salarial como la mentira que en realidad es.

Algunas de las razones por las que en media hay retribuciones diferentes, sin querer ser en algún modo exhaustivo, son por ejemplo que son las mujeres las que tienen los hijos y por mucho que se las ayude en la conciliación (lo cual es excelente) una mujer que decide cuidar como se debe una familia no puede tener la misma dedicación profesional que un hombre; también hay más hombres que mujeres en las posiciones dirigentes y en empleos a fuerte carácter técnico (informática, tecnología, ingeniería) por razones que no tienen nada que ver nada con una presunta discriminación sino con diferencias naturales que los mentecatos o los falsificadores de la igualdad se empeñan en negar; y tampoco olvidemos que la mayor parte de los puestos de trabajo que conllevan complementos por trabajar en condiciones peligrosas, difíciles o incómodas, está ocupada por varones. Las mujeres o están menos preparadas cubrir estas posiciones o simplemente menos dispuestas a ello, y dicho sea de pasada la inmensa mayoría de las muertes o heridas en accidentes de trabajo las sufren los hombres. Seguro que la paridad en esto último no la desean las feministas.

Lo que piden las feministas, y con ellas una buena mayoría de las mujeres actuales, es que se les regalen puestos directivos por la cara; lo que quieren es dejar a los varones los trabajos peligrosos, incómodos y difíciles, pero cobrando lo mismo que ellos; quieren que las futbolistas féminas cobren lo mismo que los varones cuando el fútbol femenino no le importa a nadie; que en sectores donde las mujeres están poco representadas, por capacidades o por vocación, las mujeres pasen por delante de varones más cualificados que ellas y reciban un trato de favor para acercarse a la inmoral, injusta por definición igualdad estadística.

Y un larguísimo etcétera de pretensiones aberrantes e indecentes, insultantes para el sentido común y la justicia más elemental. Esto es el infame 8 de marzo y este es el sentido de esa payasada patética y grotesca que es la así llamada huelga feminista.

MAX ROMANO